Por José Carrasco Aprovechando lo del río revuelto y el enorme nivel de incertidumbre que tenemos en el mundo en estos momentos, ya tenemos la excusa perfecta para no realizar políticas y estrategias que al menos contemplen el medio plazo. Alguna señal, algo que nos indique al menos hacia donde queremos ir, ...
Por José Carrasco
Aprovechando lo del río revuelto y el enorme nivel de incertidumbre que tenemos en el mundo en estos momentos, ya tenemos la excusa perfecta para no realizar políticas y estrategias que al menos contemplen el medio plazo.
Alguna señal, algo que nos indique al menos hacia donde queremos ir, sabiendo que cualquier planificación requerirá de cierto grado de flexibilidad para adaptarnos al entorno tan cambiante que tenemos.
La era actual de información masiva se ha convertido paradójicamente en la era de la confusión y el pensamiento superficial.
La tecnología que siempre dependía del ser humano ahora se ha dado la vuelta por completo y somos tecnodependientes, hemos pasado del ciberentusiasmo a la tecnopreocupación.
Pero la obligación de cualquier negocio es disponer de una hoja de ruta a través de un plan y unas estrategias que permitan al menos un mínimo de racionalidad.
Las empresas, y sobre todo las más pequeñas, suelen carecer de una planificación que al menos proporcione algo de luz larga a la noche, que al menos nos sirva de guía para poder comparar la realidad con el plan previsto.
Por mucha incertidumbre que tengamos en el mundo social y económico, nadie puede evitar la importante responsabilidad de tener un plan a medio plazo. Es cierto que antes, el largo plazo era entre 7 y 10 años y eso ya no existe con la sociedad tan cambiante que tenemos ahora y el medio plazo era entre 5 y 6 años, así como el corto plazo entre 3 y 4 años. Todo esto ahora ha saltado por los aires y ya no tiene sentido.
Pero debemos tener un plan, aunque sea entre 2 y 4 años, que se vaya revisando y que sea en parte flexible para ir adaptándonos al mercado que a su vez se adaptará por la situación social, económica y estratégica que requiera el entorno geopolítico.
No hay atajos, no podemos fomentar aprobar sin estudiar porque luego esos jóvenes querrán vivir sin trabajar y todos sabemos que eso son fantasías muy peligrosas.
Basta aprender del pasado y ser lo suficientemente autocríticos con el presente para ganar un futuro mejor.
A lo largo de la historia se hicieron grandes obras y grandes proyectos gracias a los inversores que apostaron por el largo plazo y así nacieron actividades como la minería, la construcción de ferrocarriles o maquinaria para la industria que jamás se habrían podido hacer sin estas inversiones a largo plazo y que nos hubiesen dejado en el neolítico, sin progreso alguno.
La historia emocional de la humanidad es dramáticamente repetitiva y nos ha enseñado que solo con la confianza, las creencias y la visión de futuro hemos podido evolucionar como especie.
Actualmente, la crisis humana más peligrosa que vive el mundo es el olvido de las humanidades. Quizás por eso, empresas líderes tecnológicas están contratando miles de perfiles humanísticos.
La soledad, la infantilización y el adormecimiento de las sociedades democráticas son factores negativos a tener en cuenta y a combatir porque nos afectan a todos.
La manipulación mediática pretende que la gente vea, pero no que comprenda, por eso se simplifican los mensajes y se potencian las imágenes con gran carga emocional. Es decir, hay sobre-información pero sin análisis no autocrítica.
Se ofrecen las consecuencias parciales de las circunstancias, pero se omiten las causas reales que las provocan.
Hasta el más torpe puede publicar y esto ha cambiado a mucho peor, por eso no siempre las opiniones de la gente coinciden con la realidad. Por otro lado, si multiplicamos los torpes que opinan con los torpes que los leen y se creen todo sin reflexionar, el efecto puede ser devastador.
Un problema real es que los locos y fanáticos creen estar seguros en todo lo que opinan y los sabios siguen estando llenos de dudas.
En la política tenemos el veneno más claro del daño que se hace con el corto plazo, solo piensan en el presente sin llevar planificación alguna, haciendo así daño al futuro del país que lógicamente pagarán los jóvenes. Se prima el hoy a costa del futuro.
La impaciencia, el ahora, la inmediatez que es lo que sienten los más jóvenes (todo a un click) es un mal compañero de viaje para un proyecto empresarial perdurable. No se puede olvidar que lo más importante de una empresa es su permanencia en el mercado lo máximo posible y eso choca con el cortoplacismo.
No habrá futuro para los que se dedican a tirar balones fuera todo el día o a los que solo ven días y semanas y problemas diarios, hay que mirar mucho más allá.
-Lee y conducirás tu vida, no leas y serás conducido por otros. (Sta. Teresa de Jesús).
-Los pesimistas ven el agujero, pero no ven el donut.
-Ser adictos a las distracciones lleva al fracaso
-El plan más seguro es aquel en el que no dependamos de la suerte.