Wearables, esa palabra difícil de pronunciar que para el común de los mortales no aclara muy bien a qué alude. Se podría traducir por "ponibles" y si bien en un principio se utilizó para designar a la fusión de tecnología y moda (ropa de diseño futurista que interactuaba con el usuario), hoy en día está más identificada con la famosa "Internet de las cosas" y las pulseras de medición en todas sus variantes.

Aunque  inicialmente presentada al principio de este siglo, los wearables no fueron conocidos por el gran público hasta hace cuatro o cinco años, con las Google Glass como paradigma de equipo wearable por excelencia. Prometía una revolución en la forma de interactuar con nuestro entorno, pero como suele ocurrir con los equipos demasiados innovadores para su tiempo, no cuajaron y hoy en día casi nadie se acuerda ya de "las gafas de Google".

Su relevo fue tomado por las pulseras cuantificadoras. Publicitadas como el complemento perfecto para el deportista, fueron evolucionando hasta fusionarse con los relojes inteligentes en un mercado a medio camino entre la moda, lo deportivo y la salud.

Pulseras cuantificadoras: realidad vs ficción

Se podría decir que para el gran público, el wearable por excelencia son las pulseras cuantificadoras. Enfocadas en un primer momento hacia  un segmento claramente deportista, evolucionaron  junto a su conectividad con aplicaciones de smartwatch, hacia "complementos de salud" que prometían mejorar la calidad de vida, promoviendo la actividad física. Fitbit es el fabricante por excelencia de este tipo de pulseras, que abrió el mercado allá por el año 2009. Lo que comenzó siendo un simple "tracker" de actividad física, pasó en sus sucesivas versiones a incluir pulsómetro, altímetro, reloj y hasta notificaciones. Todo ello acompañado con su propia aplicación que compartía tus éxitos en las redes sociales.

Sin embargo no todo es oro lo que reluce, puesto que según diversas investigaciones independientes, aunque las pulseras cuantificadoras son "más o menos ajustadas" a la realidad en cuanto a fiabilidad; no lo son tanto a la hora de mejorar nuestra salud. Y es que parece que aquellos que las utilizan, al final, ni caminan más, ni bajan más quilos que el común de los mortales que no las usan. Toda una paradoja de estos tiempos de sobre información estadística.